09 marzo 2013

EL GRITO SILENCIOSO DE LA PERFECCIÓN

(Diario Información, 9 marzo 2013. Para leer el artículo completo tal y como apareció en el diario, pincha aquí. Si prefieres el enlace a la publicación online, pulsa aquí)

[Es también autor de esta tribuna, Alejandro Martínez Rodríguez, Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Servicio de Nutrición y Dietética para la Actividad Física y el Deporte de la Universidad Miguel Hernández de Elche.]


“No hay ninguna mujer perfecta por naturaleza...”. Esta afirmación aparecía en una noticia publicada por la agencia Europa Press hace unos meses. En ella se denunciaban las prácticas nocivas para la salud que llevan a cabo algunas modelos profesionales con el fin de alcanzar el aspecto físico exigido por las grandes firmas de la moda y la estética. Un tema complejo que cada año por estas fechas sale a debate con motivo de la Madrid Fashion Week.

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Debido a la creciente epidemia de obesidad que estamos sufriendo donde uno de casa seis adultos es obeso en España, es frecuente olvidar que si a un lado de la balanza está el sobrepeso, al otro está la desnutrición. Las mujeres son, sin duda, el foco de atención de una sociedad cada vez más empeñada en la perfección estética. Pero el de ahora es tan sólo un modelo de belleza temporal que se desvanecerá con el tiempo, tal y como ha sucedido con anterioridad. No hay ningún problema en querer adecuar nuestra apariencia al estilismo del momento, si no fuera porque la aceptación social viene condicionada por el cumplimiento de unos cánones de belleza en muchas ocasiones irreales e inalcanzables. Y cuando este deseo se descontrola y se convierte en obsesión, pueden aparecer los trastornos del comportamiento alimentario, siendo la Anorexia nerviosa y la Bulimia los más habituales. Las principales afectadas son las mujeres, sobre todo las adolescentes y las adultas jóvenes.

Puede sorprendernos, pero es muy difícil encontrar una mujer que no haya tenido una relación complicada con la comida en algún momento de su vida. Los desequilibrios nutricionales pueden pasar desapercibidos e incluso contar con cierta aprobación social. Es aconsejable que después de un día de excesos, se vuelva a una dieta equilibrada restringiendo los alimentos más calóricos. Sin embargo, cuando se elige el ayuno, comer sólo verdura y/o  jornadas interminables de gimnasio, deben saltar las alarmas. Falta de energía, letargo, malestar general, fatiga, irritabilidad  o incluso estado depresivo, son algunas de las consecuencias de estas prácticas altamente peligrosas para la salud.

El Estudio Antropométrico de la Población Femenina en España, que publicó el Ministerio de Sanidad y Consumo en 2008, muestra que un 6,4% de la población total femenina está por debajo de los valores normales del Índice de Masa Corporal (IMC). Este valor asciende al 13% entre jóvenes de 18 y 19 años, con incidencia similar en adolescentes de 12 a 17 años. Aunque estos valores de IMC por debajo del rango normal no indican necesariamente que se padezca alguno de los trastornos del comportamiento alimentario, son en términos clínicos claros indicativos de desnutrición.

Los trastornos del comportamiento alimentario son una enfermedad psicológica, con graves consecuencias y repercusiones en el deterioro del organismo. La desnutrición asociada es equivalente a la que padecen los enfermos avanzados de cáncer y VIH. En ocasiones se convierte en crónica y se adorna de normalidad una situación patológica grave. Detectar un trastorno del comportamiento alimentario es primordial, ya que puede tener efectos irreversibles que condicionen el estado de salud de la persona afectada y de sus posibles descendientes. Quien lo sufre difícilmente tiene la capacidad de detectarlo o de luchar contra él. Es su entorno más cercano quien mejor puede detectarlo. Existen ciertos signos que pueden ayudarnos a sospechar de la existencia de este tipo de patologías como son el control excesivo sobre lo que come, ausencias largas tras las comidas (generalmente para provocarse vómitos), sentimiento de culpabilidad por haber comido, negativa a comer con otras personas y síntomas físicos como la falta de menstruación, aumento de la sensibilidad al frío y los mareos.

La familia es la gran aliada para prevenir estos trastornos alimenticios. Medidas como educar en la autoestima, desarrollar el criterio propio, la socialización lúdico-recreativa a través de la práctica deportiva y fomentar una educación nutricional hacia una alimentación saludable pueden ser factores determinantes en la prevención. Pero aún así ninguna persona está alejada de este problema social. Por ello, si surge este peligro, no es momento de culpabilidades, sino de valentía. De enfrentarse a ello como a cualquier otra enfermedad, desde el amor y la comprensión. Contando con los profesionales de nuestro lado y con el tratamiento que permita salir de ese pozo de miseria a quien pensaba estar caminando sobre una pasarela.


Si necesitas ayuda o conoces a alguien que pueda necesitarla, puedes contactar con la Asociación de Anorexia y Bulimia de Elche (info@adabe.org) o con el grupo de Investigación e Intervención en Trastornos de Conducta Alimentaria de la Universidad Miguel Hernández (proyecto-tca@umh.es).