[Es también autor de esta tribuna, Alejandro Martínez Rodríguez, Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Servicio de Nutrición y Dietética para la Actividad Física y el Deporte de la Universidad Miguel Hernández de Elche.]
“No
hay ninguna mujer perfecta por naturaleza...”. Esta afirmación aparecía en una
noticia publicada por la agencia Europa Press hace unos meses. En ella se
denunciaban las prácticas nocivas para la salud que llevan a cabo algunas modelos
profesionales con el fin de alcanzar el aspecto físico exigido por las grandes
firmas de la moda y la estética. Un tema complejo que cada año por estas fechas
sale a debate con motivo de la Madrid Fashion Week.
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Debido
a la creciente epidemia de obesidad que estamos sufriendo donde uno de casa
seis adultos es obeso en España, es frecuente olvidar que si a un lado de la
balanza está el sobrepeso, al otro está la desnutrición. Las mujeres son, sin
duda, el foco de atención de una sociedad cada vez más empeñada en la
perfección estética. Pero el de ahora es tan sólo un modelo de belleza temporal
que se desvanecerá con el tiempo, tal y como ha sucedido con anterioridad. No hay
ningún problema en querer adecuar nuestra apariencia al estilismo del momento,
si no fuera porque la aceptación social viene condicionada por el cumplimiento
de unos cánones de belleza en muchas ocasiones irreales e inalcanzables. Y
cuando este deseo se descontrola y se convierte en obsesión, pueden aparecer los
trastornos del comportamiento alimentario, siendo la Anorexia nerviosa y la Bulimia
los más habituales. Las principales afectadas son las mujeres, sobre todo las
adolescentes y las adultas jóvenes.
Puede
sorprendernos, pero es muy difícil encontrar una mujer que no haya tenido una
relación complicada con la comida en algún momento de su vida. Los
desequilibrios nutricionales pueden pasar desapercibidos e incluso contar con
cierta aprobación social. Es aconsejable que después de un día de excesos, se
vuelva a una dieta equilibrada restringiendo los alimentos más calóricos. Sin
embargo, cuando se elige el ayuno, comer sólo verdura y/o jornadas interminables de gimnasio, deben
saltar las alarmas. Falta de energía, letargo, malestar general, fatiga,
irritabilidad o incluso estado depresivo,
son algunas de las consecuencias de estas prácticas altamente peligrosas para
la salud.
El
Estudio Antropométrico de la Población Femenina en España, que publicó el
Ministerio de Sanidad y Consumo en 2008, muestra que un 6,4% de la población
total femenina está por debajo de los valores normales del Índice de Masa
Corporal (IMC). Este valor asciende al 13% entre jóvenes de 18 y 19 años, con
incidencia similar en adolescentes de 12 a 17 años. Aunque estos valores de IMC
por debajo del rango normal no indican necesariamente que se padezca alguno de
los trastornos del comportamiento alimentario, son en términos clínicos claros indicativos
de desnutrición.
Los
trastornos del comportamiento alimentario son una enfermedad psicológica, con graves
consecuencias y repercusiones en el deterioro del organismo. La desnutrición
asociada es equivalente a la que padecen los enfermos avanzados de cáncer y VIH.
En ocasiones se convierte en crónica y se adorna de normalidad una situación patológica
grave. Detectar un trastorno del comportamiento alimentario es primordial, ya
que puede tener efectos irreversibles que condicionen el estado de salud de la
persona afectada y de sus posibles descendientes. Quien lo sufre difícilmente tiene
la capacidad de detectarlo o de luchar contra él. Es su entorno más cercano
quien mejor puede detectarlo. Existen ciertos signos que pueden ayudarnos a
sospechar de la existencia de este tipo de patologías como son el control
excesivo sobre lo que come, ausencias largas tras las comidas (generalmente para
provocarse vómitos), sentimiento de culpabilidad por haber comido, negativa a
comer con otras personas y síntomas físicos como la falta de menstruación,
aumento de la sensibilidad al frío y los mareos.
La
familia es la gran aliada para prevenir estos trastornos alimenticios. Medidas
como educar en la autoestima, desarrollar el criterio propio, la socialización
lúdico-recreativa a través de la práctica deportiva y fomentar una educación
nutricional hacia una alimentación saludable pueden ser factores determinantes
en la prevención. Pero aún así ninguna persona está alejada de este problema
social. Por ello, si surge este peligro, no es momento de culpabilidades, sino
de valentía. De enfrentarse a ello como a cualquier otra enfermedad, desde el
amor y la comprensión. Contando con los profesionales de nuestro lado y con el
tratamiento que permita salir de ese pozo de miseria a quien pensaba estar caminando
sobre una pasarela.
Si
necesitas ayuda o conoces a alguien que pueda necesitarla, puedes contactar con
la Asociación de Anorexia y Bulimia de Elche (info@adabe.org)
o con el grupo de Investigación e Intervención en Trastornos de Conducta
Alimentaria de la Universidad Miguel Hernández (proyecto-tca@umh.es).