20 abril 2014

ENGORDA O NO ENGORDA

(Diario Información, 20 abril 2014. Para leer el artículo completo tal y como apareció en el diario, pincha aquí. Si prefieres el enlace a la publicación online, pulsa aquí)


La Semana Santa suele ser la primera fase de la operación bikini. Algunos deciden ponerse en manos de dietistas profesionales, lo que es la mejor opción. Pero hemos de aceptar que en estos tiempos, el que más y el que menos se apaña con consejos caseros que por mucho que circulen de boca en boca siguen sin tener fundamento. Y es que en la nutrición, de siempre han proliferado, como champiñones, los errores vestidos de lógica. Nuestro propósito es despachar aquí algunos de ellos. 

Cuántas veces habremos oído la frase “esto engorda” o “aquello no engorda” aplicado a todo tipo de alimentos según gustos y apetencias. Ahora está de moda desmentir mitos de la nutrición y de ello está sacando provecho alguna que otra empresa del sector alimentario. En tan sólo 20 segundos (lo que dura un anuncio de televisión) y con cuatro frases, una de ellas cree haber desmontado aquel de que “la pasta siempre engorda”. Ahora bien, han adaptado el mito a su gusto, porque al añadir la palabra ‘siempre’ sugieren que es su pasta la que no engorda, pero sí la del vecino. Sepamos que cometen un importante error.

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Primero y antes de nada una aclaración. Permítanme la licencia de citar a mi estimado hermano, que siendo él matemático utiliza su lógica numérica para informar a todo aquel despistado de que los alimentos no engordan, sino que lo hacemos nosotros. No le falta razón. Dicho esto, sólo hay un alimento que no hace engordar: el agua. Tampoco hace adelgazar, por mucho que cierta embotelladora de agua mineral se empeñe en ello desde que la televisión era en blanco y negro. Puede ser que usted se esté preguntando acerca de la retención de líquidos importante que sufren algunas personas. Si usted es una de ellas, acuda a su médico, porque puede ser signo de una patología. Si no es así, mire en otra dirección, porque la retención de líquidos no es responsable de excesos de peso de 10 ó 20 Kg. 

Atribuir a un alimento la propiedad de engordar es un error conceptual. Todo aquello que entra por la boca, a excepción del agua y el aire, podría acabar almacenado en el tejido adiposo, al que llamamos cariñosamente michelín. Así que no tiene sentido alguno decir que “el pan me engorda” o que “no me engorda el pan del bocadillo, sino lo que lleva dentro”. ¿Cómo sabemos, de todo lo que comemos a lo largo del día, qué es lo que acaba en el michelín? Lo ignoramos, porque cuando todos los nutrientes de la comida llegan al torrente sanguíneo, el destino de cada uno de ellos es independiente de su origen, ya vengan del pan, del filete de carne o del queso del bocadillo. Tanto los hidratos de carbono, como los lípidos y las proteínas de los alimentos, si están en exceso, se pueden almacenar en forma de grasa. 

En materia de calorías, en realidad se trata de un equilibrio energético, de una balanza donde a un lado se pone lo que ingerimos y al otro lo que gastamos. Lo que sobra se almacena en forma de grasa. Por eso es tan importante ajustar la ingesta y el gasto diarios. Ahora bien, es cierto que los alimentos tienen diferente densidad calórica y que, por ejemplo, las frutas y verduras en general proporcionan pocas calorías comparado con el resto de alimentos.

Pero sigamos desmontando más mitos. “Los productos integrales no engordan” o “los productos integrales tienen menos calorías”. No necesariamente. Estos alimentos tienen ventajas nutricionales por las cuales son preferibles a los productos refinados. Contienen más fibra, fundamental para poder ir al baño con regularidad, más vitaminas y minerales; pero si los comparamos con los no integrales no proporcionan menos calorías.

“Los productos light no engordan”. Si en realidad lo son y contienen al menos 30 % de calorías (o de cualquier otro macronutriente) menos que el alimento original, puede ser una opción para reducir la ingesta energética. Sin embargo, es conveniente examinarlos más de cerca porque podemos llevarnos sorpresas. En muchas ocasiones se han conseguido simplemente añadiendo más agua, en otras no merece la pena por la poca cantidad del producto que se ingiere e incluso los hay que sólo se parecen al original en el envase.

Bien es cierto que aquí sólo hemos podido desmontar algunos errores, pero sirva como toque de atención para corregir nuestra credulidad frente a toda información que llega a nuestros oídos y ‘parece’ lógica. También debemos tener cuidado con los desmentidos, porque depende de quienes lo hagan pueden, igualmente, estar plagados de ‘errores’.